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martes, 1 de octubre de 2019

Dua Seth

Entre arenas rojas y sangrientas
de un grande y yermo desolado,
por monumentos desquebrajados  
te yergues a carcajadas, crujidos y espanto,
por los planos del caos y con poder desmesurado 
acompañado de crueles relámpagos y tormentas,
habitas y reinas en un imperio ensangrentado.

Coronado por el oro y poder victorioso
oh soberano y poderoso combatiente, 
destruiste a hermano, sobrino e indigno, 
demostrando ser digno y gran terrateniente,
pero injusto, cruel y misero el destino
pues en cólera gobiernas un imperio abandonado.
Cruelmente maldecido y desdichado, 
por el hombre cegado y necesitado, 
privado de las tierras de asuso
y toda dicha y bienaventuranza
tu castigo fue dado con injusta clemencia.

Más en tus ojos veo, amante misterioso,
lo hermoso y frío de tu humanidad,
admirado acaricio esa cara tan única y singular,
¡Oh padre de la calamidad y perversidad! 
¡Oh faraón de lo oculto y lo tenebroso! 
¡Oh Dios de lo caotico y desmoralizador! 
¡Oh amante, que en nuestro estomago 
injertas tal cual semilla de radiante luz dorada!
Tus hijos no te olvidan y te alzan como el todo,
y te proclaman como el único digno y decoroso 
el padre y rey que fue, ah sido y sera soberano
en nuestra humilde  y perniciosa humanidad. 



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